En el museo, expertos encontraron la pared que el artista intervino en 1971. Está tapada por un muro falso, que ya fue autentificado. Ahora sólo queda investigar.
Marilú Ortiz de Rozas
Hasta hace poco, todo lo que se sabía sobre la intervención de Gordon Matta-Clark en el Museo de Bellas Artes, era un mar de conjeturas. Todas basadas en el relato oral de los testigos de esa inédita acción de arte realizada en 1971. Entre ellos, estuvieron Federico Assler, funcionarios del museo e incluso Jeffrey Lew, un compañero de viaje de Matta-Clark que Justo Pastor Mellado conoció en la casa de Juan Downey (Nueva York, 1991). Tiempos en que no se sospechaba la relevancia internacional que adquiriría el joven artista (fallecido siete años después).
En el marco de la exposición «Gordon Matta-Clark: deshacer el espacio», las diversas versiones se pudieron confrontar con los registros fotográficos de la intervención. «Nosotros no sabíamos que existían. Nunca se habían exhibido y fueron generosamente donados al museo por su viuda, Jane Crawford», manifiesta Milan Ivelic. Fotos en mano, un equipo de especialistas, encabezados por Crawford y Felipe Chaimovich, curador del Museo de Arte Moderno de Sao Pablo, dio con la localización exacta de la obra. Está tras una puerta a la izquierda del hall de entrada del museo, donde una escalera de caracol lleva a un baño subterráneo y a pocos metros del piso. Incluso se treparon por una escala de servicio, para chequear que los ductos coincidieran con las fotos. Y coinciden. «Al golpear la pared en ese sitio suena hueco, no así a los costados», afirma Jane Crawford. Esto deja suponer que tras el falso muro podría encontrarse algún vestigio del emplazamiento de la intervención, que consistió en colocar espejos que trajeron la luz del cielo al oscuro espacio.
«Este hecho fue suficiente para que la galería David Zwirner, que administra el legado de Matta-Clark en conjunto con Jane Crawford, enviara una carta oficial al Museo de Bellas Artes, certificando la autenticidad del sitio. Incluso le pusieron un nombre a la intervención: ‘Claraboya’ o ‘Skylight’, pues anteriormente se le conocía como ‘Bellas Artes cutting'», precisa Macarena Murúa, coordinadora general de la exhibición en Chile.
Milan Ivelic manifiesta que por el momento lo que se ha encontrado es la «punta del iceberg, pero hay que reflotarlo entero». Por lo pronto, elaborarán un proyecto de investigación. Probablemente haya que realizar una cuidadosa remoción -junto a los administradores del legado- del material que se colocó en el lugar. En el momento de la realización de la obra, se estaba construyendo la sala subterránea que llevaría el nombre de Matta.
«Si en vez del falso muro, se pusiera una mampara de vidrio allí, por ejemplo, la gente podría ver el sitio», dice Crawford. Ivelic asegura que la puesta en escena o el diseño museográfico de éste, también será objeto de estudio.
Gabriela Rangel, directora de artes visuales de la Americas Society y co-curadora de la muestra, expresa que el hallazgo es un gran aporte para la memoria del arte chileno. «Sitúa este trabajo como núcleo mito-poético que alimentará a muchas generaciones de artistas, como capa de significación que se une a otras escondidas tras la arquitectura finisecular de ese museo».
Más allá de las conjeturas, la curadoda Tatiana Cuevas asegura que lo más importante es que «el Museo de Bellas Artes es el único edificio que permanece en pie de todas las locaciones en las que Matta-Clark realizó sus intervenciones».
Justo Pastor Mellado agrega: «Quizás el sitio de la intervención de Matta-Clark ha sido cubierto por remodelaciones de las que ya no existe historia. A lo mejor lo único real es el efecto del relato oral. Muchas cosas de Gordon fueron sólo relatos de acciones, que son un pequeño gran mito».
Y cuando se escarbe el sitio -si se logra hacerlo- Matta-Clark, «el arqueólogo urbano», seguirá engendrando nuevas historias.
Publicado en El Mercurio de Chie
Etiquetas: Chile, Gordon Matta-Clark, Marilú Ortiz de Rozas
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