Archive for the ‘Sueltos’ Category

Si no sabes lo que es ChatGPT, perdiste el tren. Ven, sube de nuevo, por Karina Hovaghimian

19 abril 2023

Photo by Aideal Hwa on Unsplash

El lanzamiento de ChatGPT el último 30 de noviembre marcó una etapa nueva en el desarrollo de tecnologías lingüísticas. Es la primera vez que un sistema de Inteligencia Artificial de búsqueda levanta tanta polvareda: un aluvión de artículos sobre él, tanto en la prensa especializada como en la general. ChatGPT (u OpenAI, la empresa que desarrolla ChatGPT, o las dos) son constantemente tendencia en Twitter hasta hoy.

¿Y por qué tanto estruendo? ¿Las capacidades de ChatGPT establecen un cambio significativo en relación con las tecnologías anteriores, capaces de generar textos?

Claramente, ChatGPT ha logrado un salto cualitativo: es capaz de responder, en general, de manera muy acertada a casi cualquier demanda lingüística. GPT2 y luego GPT3, los modelos anteriores de lenguaje puestos a punto por OpenAI, ya eran muy buenos generando textos a partir de algunas palabras o frases. Por supuesto, muchos críticos de esta IA se han referido a ella como “loros estocásticos”, es decir, que repiten lo que encuentran en la gran base de datos que es Internet, combinando el material de una manera aleatoria. En efecto, es cierto que estos sistemas crean textos a partir de partes de frases que extraen de Internet; sin embargo, no repiten los extractos palabra por palabra, por el contrario, producen un texto original retomando, parafraseando y combinando los distintos elementos que encuentran.

Ahora el ChatGPT retoma estas características de sus “hermanos mayores” y agrega la parte de “chat” (diálogo) que le da una dimensión totalmente diferente y a veces impresionante. El sistema no solo genera un párrafo a partir de una frase; ahora es capaz de contestar correctamente tanto preguntas simples como complejas, puede ofrecer datos razonados, expresarse en distintos idiomas y analizar o producir un código informático, entre otras capacidades.

¿Por qué ChatGPT llegó con tanto alboroto? ¡Simplemente porque funciona! La mayoría de las personas lo utiliza por curiosidad, para divertirse, para obtener información o para generar algún tipo de texto, y para todo eso, ChatGPT responde.

Este sistema no solo se beneficia por la publicidad de boca en boca, sino por su utilización que lo va perfeccionando. Si un usuario señala que la respuesta no es buena o le exige otra respuesta teniendo en cuenta un elemento adicional, el sistema responde y va almacenando toda esa información para perfeccionarse y afinar la respuesta para la próxima vez que le formulen una pregunta similar. Millones de personas que “juegan” con ChatGPT lo van perfeccionando.

Otras empresas también podrían haber lanzado un sistema inteligente de diálogo (chat). Por ejemplo, Google cuenta con datos diferentes, pero sin duda igual o más útiles para este tipo de sistemas. Así y todo, ha sido lanzado por OpenAI (Microsoft), quien entonces, por ahora, lleva la delantera.

A pesar de ello, la empresa ha puesto su atención en desactivar las trampas que pudieran arruinar en pocas horas este tipo de aplicaciones. El sistema rechaza, por ejemplo, el pedido de información de cómo crear una bomba, de producir textos eróticos o de expresar sus sentimientos (responde frecuentemente que es una máquina y que no tiene ni sentimientos ni personalidad). La empresa ha cuidado este “blindaje” para que la mala prensa no los obligue a darlo de baja.

ChatGPT sigue en línea y generando sorpresa y admiración en el público. Sin embargo, surgen muchas preguntas: ¿Cuál será el verdadero impacto de ChatGPT? ¿Qué otras aplicaciones derivarán de él? ¿Cuál es el próximo paso de la empresa OpenAI cuyo mayor inversor es Microsoft?

Sí, me fascinan los avances tecnológicos y también me hacen pensar en cuáles serán los trabajos del futuro. Qué vértigo. Me imagino que los creativos y los tecnológicos. Aquí les dejo mi primer “diálogo” con ChatGPT.

K:      ¿Algún pensamiento interesante para hoy?

Ch:   Por supuesto, aquí te dejo una reflexión interesante para hoy:

          “La felicidad no es algo hecho. Viene de tus propias acciones.”

Dalai Lama

Este pensamiento nos recuerda que la felicidad no es algo que se nos da o se nos quita, sino que es algo que podemos cultivar a través de nuestras acciones. En lugar de esperar que las cosas buenas lleguen a nosotros, podemos tomar medidas para crear nuestras propias oportunidades de felicidad; ayudar a los demás, hacer ejercicio, practicar la gratitud y buscar formas de mejorar la propia vida y la vida de quienes nos rodean. ¡Completito, con explicación por si no nos quedó claro!

¡Empaquen, nos vamos a las zonas azules!, por Karina Hovaghimian

6 abril 2023

Veamos cuán lejos estamos de la vida en Nicoya (Costa Rica), Cerdeña (Italia), Okinawa (Japón), Loma Linda (EE.UU.) o Ikaria (Grecia) donde la gente “olvida morir”.

Image. Thanks to strongtowns.org

Hace más de 10 años, Dan Buettner, explorador del National Geographic, recorre el mundo buscando centenarios. Así es como descubre cinco lugares sobre la Tierra donde la esperanza de vida es llamativamente alta: las zonas azules. ¡Bienvenidos al mundo de los super centenarios!

En el año 2000 Dan Buettner, el Dr. Gianni Pes de la Universidad de Sassari en Italia y el Dr. Michel Poulain, demógrafo belga, descubren que la provincia de Nuoro en Cerdeña tiene la mayor concentración de hombres centenarios del mundo; marcan esa zona con tinta azul en el mapa definiéndola como la “zona azul”.

Las personas no solo alcanzan los 100 años, sino que lo hacen con mucha vitalidad. He visto hombres de 102 años ir a trabajar en bicicleta, cortando madera y capaces de superar a un hombre 60 años más joven que ellos.” Dan Buettner.

Más tarde, identificaron otras poblaciones con los mismos índices de longevidad. Así, descubrieron que las mujeres de mayor edad del mundo están en la isla japonesa Okinawa; que, en la península de Nicoya en Costa Rica, son 100.000 las personas con una tasa de mortalidad inferior a la normal; que en Loma Linda, California, existe una comunidad religiosa donde la esperanza de vida sobrepasa la media americana por 10 años; por fin, los habitantes de Ikaria en Grecia, alcanzan los 90 años a una tasa dos veces y media superior a la de los norteamericanos. Lo más llamativo es que estos isleños griegos viven de 8 a 10 años más, sin padecer cáncer o enfermedades cardiovasculares y sufriendo menos depresión y demencia al envejecer.

A Dan Buettner, como a mí, nos interesa particularmente los puntos en común que tienen estas culturas alejadas geográficamente y así conocer la “receta mágica” de su longevidad. Tal vez no todos quieran llegar a los 100 pero… ¿quién no quiere envejecer sano?

La primera similitud entre estas poblaciones, es que no hacen deportes en el sentido occidental de la palabra. No se encierran en un gimnasio tres veces por semana y al salir dicen: “¡uf, cumplí!”. En su lugar, sus vidas están organizadas de manera que hacen actividad física constantemente. Las mujeres de Okinawa se levantan, se agachan y se sientan en el piso unas 30 o 40 veces por día. Los Sardos viven en casas verticales, suben y bajan las escaleras diariamente; suelen ser pastores, por lo cual se pasean con sus rebaños. Los centenarios de Costa Rica, en Nicoya, trabajan largas horas en las tierras de las granjas o en los bosques. Todas estas poblaciones caminan regularmente, actividad que ya está comprobado que impide el deterioro cognitivo. Además, todos tienen un jardín que mantener.

¡Vamos, a ponernos las pilas! ¿Quién no ha esquivado una escalera, subido a un ascensor por un solo piso o buscado el estacionamiento más cercano al lugar de destino; quién no ha tomado un taxi por unas cuadras o usado la bicicleta de perchero?

Hay más aspectos en común. Aquí viene el gran tema, tal vez el más complicado… La alimentación. La investigación sobre las Zonas Azules ha descubierto que a pesar de las diferencias alimenticias de base en cada zona por razones geográficas y culturales, todas tienen puntos en común. Y aquí se nos complica a varios de nosotros… En las cinco zonas azules, los alimentos consumidos son locales, naturales y no procesados. Bueno, tranquilos, siempre algo se puede hacer. Los quesos Sardos están hechos gracias a cabras que se alimentan de pasto y no de maíz industrial. Y tal vez lo próximo los anime más, pero con moderación, hic… Beben uno o dos vasos de alcohol por día: vino tinto local en Cerdeña y la isla griega de Ikaria y saké en Okinawa, a excepción de la comunidad religiosa de California donde casi nadie bebe alcohol. ¡Bienvenidos los antioxidantes!

Otro punto importante es no comer hasta reventar. En Japón, antes de cada comida dicen “Hará Hachi Bu” que significa “coma al 80% de su capacidad”. En efecto, ya sabemos que el cerebro tarda 20 minutos en enviar la señal al estómago de que su necesidad fue saciada. El “Hará Hachi Bu” ayuda a los japoneses a comer hasta que no tengan hambre y no hasta que estén llenos. Esta filosofía de hace 3.000 años, logra que los habitantes de Okinawa consuman solamente 1.900 calorías por día, mucho menos que las 2.358 que consumimos las poblaciones occidentales. Probemos poner un freno y dejar que la información que llega al cerebro sea “sacié mi hambre” y no “estoy a punto de explotar”.

Hablemos del estrés. Este tema también es complicado para Occidente.

Lejos del ritmo de vida desenfrenado de nuestras sociedades modernas, estas poblaciones se toman el tiempo para desacelerar. Además, los Sardos y los adventistas (la comunidad religiosa californiana), rezan cotidianamente mientras que, en Okinawa, veneran a sus ancestros. Los habitantes de Nicoya, en Costa Rica, hablan del “plan de vida” para describir el sentido de la vida. En la isla de Okinawa, los días transcurren al ritmo de un concepto espiritual que tal vez hayan oído: “ikigai”, la razón por la cual nos levantamos cada mañana, el sentido de nuestra vida. El “ikigai” tiene cuatro ingredientes importantes: lo que nos gusta, lo que sabemos hacer bien, lo que el mundo necesita y lo que se puede monetizar. Si podemos juntar los cuatro, encontramos nuestro “ikigai”. Es decir que la espiritualidad ocupa un lugar importante en sus vidas.

Otro punto interesante es el concepto de, “para vivir mejor, vivamos juntos”. De hecho, las relaciones sociales son el pilar central de todas estas comunidades centenarias. Culturalmente, en las cinco poblaciones, la vejez es valorada por la sabiduría que aporta.

Sus familias están antes que todo, cuidan a sus hijos y a los mayores. Forman parte de comunidades religiosas, lo que agrega entre 4 y 14 años de vida si usted asiste cuatro veces por mes. Pero lo más importante, es que pertenecen a una buena tribu. Sea que hayan nacido en una o que se rodeen deliberadamente de buenas personas.” Dan Buettner

En Cerdeña y en Costa Rica, la tradición cultural celebra las personas de edad y las mantiene comprometidas dentro de la comunidad y en las familias. Preservar a los ancianos dentro del núcleo familiar no solo los beneficia a ellos, sino también a los nietos que tienen una tasa de mortalidad y enfermedad más baja estando vigilados.

En fin, para vivir más tiempo y bien, no es necesario hacer un régimen de seis meses o esperar que el progreso tecnológico nos transforme en cyborgs resistentes a todo. Sepamos rodearnos de amigos fieles e inspiradores que nos alienten a lanzarnos a modos de vida energéticos y resilientes.

Si lo piensan bien, la amistad es una aventura a largo plazo y es, sin duda, lo más importante que podemos hacer para agregar años a su vida y vida a sus años.” Dan Buettner

Photo by Tim Mossholder on Unsplash

Grandes ciudades, ¡hasta pronto!, por Karina Hovaghimian

29 marzo 2023

Por mucho tiempo, las grandes urbanizaciones fueron un imán de aspiraciones y sueños. Hoy, a pesar de las ventajas que ofrecen, ya no forman parte de los anhelos, sino más bien de lo que no queremos.

Image by Mario Ohibsky from Pixabay

Hace ya varios años el flujo de habitantes cambió de sentido. La gente junta sus recuerdos, se viste de aventurero, visualiza su vida en la naturaleza, respira hondo y parte hacia las afueras dejando atrás la rueda del hámster: metro, trabajo, dormir, metro… que parece no detenerse nunca. Hay algunas causas comunes a todos los que deciden esta aventura. La maleta es el final de un proceso. Muchas familias buscan disfrutar de la naturaleza y también de más metros cuadrados para criar a sus hijos. En nuestro hábitat natural todo encaja, todo tiene sentido; cuerpo y mente, agradecidos. La mayoría de los que parten en auto y llegan a caballo, se escapan de lo mismo: una vida acelerada sin freno y sin sentido por calles dudosas cada vez más contaminadas de polución, ruido y más aún, de indiferencia, malhumor y agresión.

Este fenómeno de migración hacia zonas más rurales viene pasando hace ya varios años y la Pandemia del COVID’19 no hizo más que exacerbarlo. “Si voy a trabajar desde mi casa, ¿por qué vivir entre cuatro paredes e impuestos caros?” Esto produjo una oleada de gente redistribuyéndose de una manera sorprendente. Me parece muy interesante que un virus nos haya llevado a vivir más sanamente y también a despejar la aglomeración de gente en las grandes ciudades para los que quieran quedarse allí. Como digo siempre “también hay perlitas en las tragedias”.

A veces, el impulso para emprender la retirada se produce al final de un largo proceso de cansancio. Otras veces, el estímulo de “huir” viene después de un hecho puntual, pesado emocionalmente, que destraba un sueño que estaba dormido y que parecía una fantasía o, simplemente, crea de golpe un proyecto nuevo producto del cimbronazo.

Todo muy lindo, ¡vamos al campo! Sin embargo, al hablar de una familia o una pareja, el consenso puede ser un obstáculo. Uno quiere una vida más saludable donde siempre soñó estar y otro tiene el trabajo que siempre quiso, en la ciudad, en pleno centro. Bueno, eso requerirá de tiempo, conversaciones y un mínimo de entendimiento para programar algo a futuro. Para evitar futuros reproches, nadie convence a nadie. Bueno, alguna fotito se puede mostrar; pero cada uno que se haga cargo de su proceso de decisión, reflexión sobre su futuro y elección de un nuevo proyecto. Es fundamental el tener ganas de reinventarse, arriesgarse y apoyarse en todos los pilares que nos aportan energía y bienestar. Fomentar como los daneses, los momentos Hygge que aportan energía. Este tipo de desafíos nos descubren capacidades que no conocíamos, nos enfrentan con nuestra esencia, con alguien que, de otra manera, no aparecería.

No hay un momento ideal para emprender cambios de vida radicales. Todo comienza con una idea que parece muy “loca” y que, sin darnos cuenta, a fuerza de pensarla se convierte en un sueño, que a su vez un día decidimos pasarlo a la columna de “Proyectos”. Ahí comienza la adrenalina, la visualización y una energía que no sabíamos que existía. Vamos por las ideas más locas; quién sabe a quién encontraremos.

Fundación Mapfre: Cultura en Movimiento

14 febrero 2023

Queridos amigos,

aquí les comparto esta colaboración mía en Fundación Mapfre, dentro del ciclo Cultura en Movimiento.

Se trata de escribir un texto a partir de una fotografía. 

En mi caso, me tocó en suerte la imagen de Madame Magassouba de la fotógrafa norteamericana Judith Joy Ross.

Espero que les guste.

Un abrazo de corazón desde el invierno de Madrid,

Ana

Aquí va el enlace:

https://www.fundacionmapfre.org/arte-y-cultura/arte-en-digital/cultura-en-movimiento/colaboracion-ana-quiroga-el-impetu-de-mis-ancestros/

Los 5 sentidos del periodista

7 febrero 2023

Ryszard Kapuściński (Polonia, 1932-2007), Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (2003), es autor de La jungla polaca, Estrellas negras, Cristo con un fusil al hombro, Un día más con vida, El Emperador, La guerra del fútbol, El Sha, El Imperio, Ébano, Los cínicos no sirven para este oficio, Lapidarium IV, El mundo de hoy, Viajes con Heródoto y Encuentro con el Otro

Es considerado como el gran escritor de crónicas de guerra desde los lugares del hecho.

Invito a leer: Rryszard kapuściński, el cronista de la guerra y la pobreza

Taller de escritura presencial en Madrid

31 enero 2023

Taller de escritura presencial en Madrid – 2023

por Ana Quiroga, escritora y periodista cultural

Jueves 19 horas

1 vez por semana – 2 horas

Zona: metro Colón

+ info: quiroga.ana@gmail.com

El ahogado más hermoso del mundo, por Gabriel García Márquez

2 agosto 2022

Los primeros niños que vieron el promontorio oscuro y sigiloso que se acercaba por el mar, se hicieron la ilusión que era un barco enemigo. Después vieron que no llevaba banderas ni arboladura, y pensaron que fuera una ballena. Pero cuando quedó varado en la playa le quitaron los matorrales de sargazos, los filamentos de medusas y los restos de cardúmenes y naufragios que llevaba encima, y sólo entonces descubrieron que era un ahogado. 

Habían jugado con él toda la tarde, enterrándolo y desenterrándolo en la arena, cuando alguien los vio por casualidad y dio la voz de alarma en el pueblo. Los hombres que lo cargaron hasta la casa más próxima notaron que pesaba más que todos los muertos conocidos, casi tanto como un caballo, y se dijeron que tal vez había estado demasiado tiempo a la deriva y el agua se le había metido dentro de los huesos. Cuando lo tendieron en el suelo vieron que había sido mucho más grande que todos los hombres, pues apenas si cabía en la casa, pero pensaron que tal vez la facultad de seguir creciendo después de la muerte estaba en la naturaleza de ciertos ahogados. Tenía el olor del mar, y sólo la forma permitía suponer que era el cadáver de un ser humano, porque su piel estaba revestida de una coraza de rémora y de lodo. 

No tuvieron que limpiarle la cara para saber que era un muerto ajeno. El pueblo tenía apenas unas veinte casas de tablas, con patios de piedras sin flores, desperdigadas en el extremo de un cabo desértico. La tierra era tan escasa, que las madres andaban siempre con el temor de que el viento se llevara a los niños, y a los pocos muertos que les iban causando los años tenían que arrojarlos en los acantilados. Pero el mar era manso y pródigo, y todos los hombres cabían en siete botes. Así que cuando encontraron el ahogado les bastó con mirarse los unos a los otros para darse cuenta que estaban completos. 

Aquella noche no salieron a trabajar en el mar. Mientras los hombres averiguaban si no faltaba alguien en los pueblos vecinos, las mujeres se quedaron cuidando al ahogado. Le quitaron el lodo con tapones de esparto, le desenredaron del cabello los abrojos submarinos y le rasparon la rémora con hierros de desescamar pescados. A medida que lo hacían, notaron que su vegetación era de océanos remotos y de aguas profundas, y que sus ropas estaban en piltrafas, como si hubiera navegado por entre laberintos de corales. Notaron también que sobrellevaba la muerte con altivez, pues no tenía el semblante solitario de los otros ahogados del mar, ni tampoco la catadura sórdida y menesterosa de los ahogados fluviales. Pero solamente cuando acabaron de limpiarlo tuvieron conciencia de la clase de hombre que era, y entonces se quedaron sin aliento. No sólo era el más alto, el más fuerte, el más viril y el mejor armado que habían visto jamás, sino que todavía cuando lo estaban viendo no les cabía en la imaginación. 
No encontraron en el pueblo una cama bastante grande para tenderlo ni una mesa bastante sólida para velarlo. No le vinieron los pantalones de fiesta de los hombres más altos, ni las camisas dominicales de los más corpulentos, ni los zapatos del mejor plantado. Fascinadas por su desproporción y su hermosura, las mujeres decidieron entonces hacerle unos pantalones con un buen pedazo de vela cangreja, y una camisa de bramante de novia, para que pudiera continuar su muerte con dignidad. Mientras cosían sentadas en círculo, contemplando el cadáver entre puntada y puntada, les parecía que el viento no había sido nunca tan tenaz ni el Caribe había estado nunca tan ansioso como aquella noche, y suponían que esos cambios tenían algo que ver con el muerto. Pensaban que si aquel hombre magnífico hubiera vivido en el pueblo, su casa habría tenido las puertas más anchas, el techo más alto y el piso más firme, y el bastidor de su cama habría sido de cuadernas maestras con pernos de hierro, y su mujer habría sido la más feliz. Pensaban que habría tenido tanta autoridad que hubiera sacado los peces del mar con sólo llamarlos por sus nombres, y habría puesto tanto empeño en el trabajo que hubiera hecho brotar manantiales de entre las piedras más áridas y hubiera podido sembrar flores en los acantilados. Lo compararon en secreto con sus propios hombres, pensando que no serían capaces de hacer en toda una vida lo que aquél era capaz de hacer en una noche, y terminaron por repudiarlos en el fondo de sus corazones como los seres más escuálidos y mezquinos de la Tierra. Andaban extraviadas por esos dédalos de fantasía, cuando la más vieja de las mujeres, que por ser la más vieja había contemplado al ahogado con menos pasión que compasión, suspiró:

 -Tiene cara de llamarse Esteban. 

Era verdad. A la mayoría le bastó con mirarlo otra vez para comprender que no podía tener otro nombre. Las más porfiadas, que eran las más jóvenes, se mantuvieron con la ilusión de que al ponerle la ropa, tendido entre flores y con unos zapatos de charol, pudiera llamarse Lautaro. Pero fue una ilusión vana. El lienzo resultó escaso, los pantalones mal cortados y peor cosidos le quedaron estrechos, y las fuerzas ocultas de su corazón hacían saltar los botones de la camisa. Después de la media noche se adelgazaron los silbidos del viento y el mar cayó en el sopor del miércoles. El silencio acabó con las últimas dudas: era Esteban. Las mujeres que lo habían vestido, las que lo habían peinado, las que le habían cortado las uñas y raspado la barba no pudieron reprimir un estremecimiento de compasión, cuando tuvieron que resignarse a dejarlo tirado por los suelos. Fue entonces cuando comprendieron cuánto debió haber sido de infeliz con aquel cuerpo descomunal, si hasta después de muerto le estorbaba. Lo vieron condenado en vida a pasar de medio lado por las puertas, a descalabrarse con los travesaños, a permanecer de pie en las visitas sin saber qué hacer con sus tiernas y rosadas manos de buey de mar, mientras la dueña de casa buscaba la silla más resistente y le suplicaba muerta de miedo siéntese aquí Esteban, hágame el favor, y él recostado contra las paredes, sonriendo, no se preocupe señora, así estoy bien, con los talones en carne viva y las espaldas escaldadas de tanto repetir lo mismo en todas las visitas, no se preocupe señora, así estoy bien, sólo para no pasar por la vergüenza de desbaratar la silla, y acaso sin haber sabido nunca que quienes le decían no te vayas Esteban, espérate siquiera hasta que hierva el café, eran los mismos que después susurraban ya se fue el bobo grande, qué bueno, ya se fue el tonto hermoso. Esto pensaban las mujeres frente al cadáver un poco antes del amanecer. Más tarde, cuando le taparon la cara con un pañuelo para que no le molestara la luz, lo vieron tan muerto para siempre, tan indefenso, tan parecido a sus hombres, que se les abrieron las primeras grietas de lágrimas en el corazón. Fue una de las más jóvenes la que empezó a sollozar. Las otras, alentándose entre sí, pasaron de los suspiros a los lamentos, y mientras más sollozaban más deseos sentían de llorar, porque el ahogado se les iba volviendo cada vez más Esteban, hasta que lo lloraron tanto que fue el hombre más desvalido de la Tierra, el más manso y el más servicial, el pobre Esteban. Así que cuando los hombres volvieron con la noticia que el ahogado no era tampoco de los pueblos vecinos, ellas sintieron un vacío de júbilo entre las lágrimas. 

-¡Bendito sea Dios -suspiraron-: es nuestro! 

Los hombres creyeron que aquellos aspavientos no eran más que frivolidades de mujer. Cansados de las tortuosas averiguaciones de la noche, lo único que querían era quitarse de una vez el estorbo del intruso antes de que prendiera el sol bravo de aquel día árido y sin viento. Improvisaron unas angarillas con restos de trinquetes y botavaras, y las amarraron con carlingas de altura, para que resistieran el peso del cuerpo hasta los acantilados. Quisieron encadenarle a los tobillos un ancla de buque mercante para que fondeara sin tropiezos en los mares más profundos donde los peces son ciegos y los buzos se mueren de nostalgia, de manera que las malas corrientes no fueran a devolverlo a la orilla, como había sucedido con otros cuerpos. Pero mientras más se apresuraban, más cosas se les ocurrían a las mujeres para perder el tiempo. Andaban como gallinas asustadas picoteando amuletos de mar en los arcones, unas estorbando aquí porque querían ponerle al ahogado los escapularios del buen viento, otras estorbando allá para abrocharle una pulsera de orientación, y al cabo de tanto quítate de ahí mujer, ponte donde no estorbes, mira que casi me haces caer sobre el difunto, a los hombres se les subieron al hígado las suspicacias, y empezaron a rezongar que con qué objeto tanta ferretería de altar mayor para un forastero, si por muchos estoperoles y calderetas que llevara encima se lo iban a masticar los tiburones, pero ellas seguían tripotando sus reliquias de pacotilla, llevando y trayendo, tropezando, mientras se les iba en suspiros lo que no se les iba en lágrimas, así que los hombres terminaron por despotricar que de cuándo acá semejante alboroto por un muerto al garete, un ahogado de nadie, un fiambre de mierda. Una de las mujeres, mortificada por tanta indolencia, le quitó entonces al cadáver el pañuelo de la cara, y también los hombres se quedaron sin aliento. 

Era Esteban. No hubo que repetirlo para que lo reconocieran. Si les hubieran dicho Sir Walter Raleigh, quizás, hasta ellos se habrían impresionado con su acento de gringo, con su guacamaya en el hombro, con su arcabuz de matar caníbales, pero Esteban solamente podía ser uno en el mundo, y allí estaba tirado como un sábalo, sin botines, con unos pantalones de sietemesino y esas uñas rocallosas que sólo podían cortarse a cuchillo. Bastó con que le quitaran el pañuelo de la cara para darse cuenta que estaba avergonzado, que no tenía la culpa de ser tan grande, ni tan pesado ni tan hermoso, y si hubiera sabido que aquello iba a suceder habría buscado un lugar más discreto para ahogarse, en serio, me hubiera amarrado yo mismo un áncora, de galeón en el cuello y hubiera trastabillado como quien no quiere la cosa en los acantilados, para no andar ahora estorbando con este muerto de miércoles, como ustedes dicen, para no molestar a nadie con esta porquería de fiambre que no tiene nada que ver conmigo. Había tanta verdad en su modo de estar, que hasta los hombres más suspicaces, los que sentían amargas las minuciosas noches del mar temiendo que sus mujeres se cansaran de soñar con ellos para soñar con los ahogados, hasta ésos, y otros más duros, se estremecieron en los tuétanos con la sinceridad de Esteban.

Fue así como le hicieron los funerales más espléndidos que podían concebirse para un ahogado expósito. Algunas mujeres que habían ido a buscar flores en los pueblos vecinos regresaron con otras que no creían lo que les contaban, y éstas se fueron por más flores cuando vieron al muerto, y llevaron más y más, hasta que hubo tantas flores y tanta gente que apenas si se podía caminar. A última hora les dolió devolverlo huérfano a las aguas, y le eligieron un padre y una madre entre los mejores, y otros se le hicieron hermanos, tíos y primos, así que a través de él todos los habitantes del pueblo terminaron por ser parientes entre sí. Algunos marineros que oyeron el llanto a la distancia perdieron la certeza del rumbo, y se supo de uno que se hizo amarrar al palo mayor, recordando antiguas fábulas de sirenas. Mientras se disputaban el privilegio de llevarlo en hombros por la pendiente escarpada de los acantilados, hombres y mujeres tuvieron conciencia por primera vez de la desolación de sus calles, la aridez de sus patios, la estrechez de sus sueños, frente al esplendor y la hermosura de su ahogado. Lo soltaron sin ancla, para que volviera si quería, y cuando lo quisiera, y todos retuvieron el aliento durante la fracción de siglos que demoró la caída del cuerpo hasta el abismo. No tuvieron necesidad de mirarse los unos a los otros para darse cuenta que ya no estaban completos, ni volverían a estarlo jamás. Pero también sabían que todo sería diferente desde entonces, que sus casas iban a tener las puertas más anchas, los techos más altos, los pisos más firmes, para que el recuerdo de Esteban pudiera andar por todas partes sin tropezar con los travesaños, y que nadie se atreviera a susurrar en el futuro ya murió el bobo grande, qué lástima, ya murió el tonto hermoso, porque ellos iban a pintar las fachadas de colores alegres para eternizar la memoria de Esteban, y se iban a romper el espinazo excavando manantiales en las piedras y sembrando flores en los acantilados, para que en los amaneceres de los años venturos los pasajeros de los grandes barcos despertaran sofocados por un olor de jardines en alta mar, y el capitán tuviera que bajar de su alcázar con su uniforme de gala, con su astrolabio, su estrella polar y su ristra de medallas de guerra, y señalando el promontorio de rosas en el horizonte del Caribe dijera en catorce idiomas, miren allá, donde el viento es ahora tan manso que se queda a dormir debajo de las camas, allá, donde el sol brilla tanto que no saben hacia dónde girar los girasoles, sí, allá, es el pueblo de Esteban.

Adela Woizinski en la Feria del Libro

27 abril 2022

Encantada de invitarlos el viernes 13 de mayo, 

a la firma de ejemplares de 

La manipulación en el discurso. La clave de la persuasión en el Ricardo III de W. Shakespeare 

de Adela Woizinski 

en la 46° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

Adela Woizinski nació en Buenos Aires, donde reside. Es Doctora en Psicología y Psicoanalista. Formó parte, como psicóloga clínica, del Centro de Salud Mental N° l, Dr. Hugo Rosarios. Fue docente de posgrado de la Maestría en UCES. Se ha especializado en el análisis del discurso desde una perspectiva psicoanalítica. Es autora del libro «La manipulación en el discurso. La clave de la persuasión
en el Ricardo III de W. Shakespeare».

Marina Quiroga: Bella y Bestia

4 diciembre 2020

UB: Microtaller de escritura

10 octubre 2020