El cuaderno verde del Che


El cuaderno verde del Che, Pablo Neruda-León Felipe-Nicolás Guillén-César Vallejo, Prólogo de Paco Ignacio Taibo II, Seix Barral, Colombia, 2007.
por Álvaro Castillo Granada

 

No es difícil imaginárselo. Basta con cerrar un momento los ojos y su mirada seria y futura nos observa cuestionándonos, retándonos. Si los abrimos, no tendremos que esperar tanto. Puede ir en una camiseta, una cachucha, la pancarta de una barra de un equipo de fútbol, un tatuaje o en la calcomanía que protege el espejo o la parte trasera de un camión. El está en todas partes desde hace ya cuarenta años. Hace parte de nuestros paisajes. Por eso es que podemos verlo ahora copiando poemas en una libreta de tapas verdes. La poesía lo acompañó desde siempre. De niño leyó a Charles Baudelaire y a Pablo Neruda. Con el paso del tiempo y los caminos recorridos en bici o motocicleta, las voces se fueron ampliando: Paul Verlaine, César Vallejo, León Felipe, Antonio Machado, Nazim Hikmet… Cualquier alto en la marcha era ocasión para volver a los poetas y a sus voces que no solamente acompañaban sus sentimientos sino que ampliaban sus horizontes. La poesía volvía al mundo un escenario donde actuar. ¿Qué fue lo que hizo que él copiara estos 69 poemas y los llevara consigo, después de la campaña del Congo, hasta el día de su asesinato, el 9 de octubre de 1967? La respuesta ya no la sabremos aunque sí la podemos sospechar. Durante poco más de dos años copió, con su letra de médico, en este cuaderno poemas de cuatro poetas que lo habían acompañado en diversos momentos de su vida. A tres de ellos los conoció: Pablo Neruda, Nicolás Guillén y León Felipe. César Vallejo murió cuando él tenía nueve años de edad. Del primero se sabía muchísimos poemas de memoria. A su compañera le dejó como recuerdo, antes de partir a “otras tierras del mundo” que reclamaban sus “modestos esfuerzos”, un casete donde grabó con su voz los Veinte poemas de amor y una canción desesperada. En las noches bolivianas, después de las marchas y el cansancio y el dolor y la sed y el asma y la muerte, leía con sus compañeros fragmentos del Canto general. Este Cuaderno verde encierra una sorpresa: es la antología personal de cuatro grandes de la poesía latinoamericana hecha por él, Ernesto Che Guevara. Ya lo dije antes: no sabremos por qué los copió, por qué los escogió. No están (cosa rara para algunos) los poemas de batalla que todavía inflaman los corazones indignados: “Nuevo canto de amor a Stalingrado” o “España, aparta de mi este cáliz”. Muchos de los poemas que él cargó y mantuvo son íntimos, reflexivos, amorosos y dolorosos. Nuevamente me preguntó: ¿por qué los copió? Aventuro una respuesta: porque en ellos se hallaban condensados todas las etapas de su vida y respuestas al porvenir. Es una fortuna para todos nosotros los lectores de poesía que, gracias al trabajo infatigable y admirado de Paco Ignacio Taibo II, uno de sus mejores biógrafos, podamos hoy tener este libro en las manos. Asomarnos a él es encontrar el corazón de un hombre que es un símbolo, leerlos es abrirnos horizontes nuevos. De la misma manera que los caminos de América son largos y amplios, las obras de estos cuatro poetas son infinitas. El Cuaderno verde acompañó al Che hasta el final. Siempre guardó en su mochila un espacio para ella, la poesía. Los libros ocupaban demasiado espacio y hacían lenta la marcha. Este cuaderno llevaba el mundo posible que el Che soñaba. No es difícil imaginarlo trepado en un árbol, haciendo guardia, oteando el horizonte, de vez en cuando bajando la mirada al cuaderno que está en sus piernas y leer un poema. Aquí están los de él para que ahora estén con nosotros. El reto ahora es buscar los nuestros.
En homenaje a los 40 años de la muerte de Ernesto Che Guevara.
Alvaro Castillo Granada (Bucaramanga, Colombia, 1969). Librero y lector. Autor de: El libro (recuerdos de un lector) 2004 y Julio Cortázar Una lectura permutante del Capítulo 7 de Rayuela (2005). Director de Ediciones San Librario.

Etiquetas: , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

Deja un comentario