Por mucho tiempo, las grandes urbanizaciones fueron un imán de aspiraciones y sueños. Hoy, a pesar de las ventajas que ofrecen, ya no forman parte de los anhelos, sino más bien de lo que no queremos.

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Hace ya varios años el flujo de habitantes cambió de sentido. La gente junta sus recuerdos, se viste de aventurero, visualiza su vida en la naturaleza, respira hondo y parte hacia las afueras dejando atrás la rueda del hámster: metro, trabajo, dormir, metro… que parece no detenerse nunca. Hay algunas causas comunes a todos los que deciden esta aventura. La maleta es el final de un proceso. Muchas familias buscan disfrutar de la naturaleza y también de más metros cuadrados para criar a sus hijos. En nuestro hábitat natural todo encaja, todo tiene sentido; cuerpo y mente, agradecidos. La mayoría de los que parten en auto y llegan a caballo, se escapan de lo mismo: una vida acelerada sin freno y sin sentido por calles dudosas cada vez más contaminadas de polución, ruido y más aún, de indiferencia, malhumor y agresión.
Este fenómeno de migración hacia zonas más rurales viene pasando hace ya varios años y la Pandemia del COVID’19 no hizo más que exacerbarlo. “Si voy a trabajar desde mi casa, ¿por qué vivir entre cuatro paredes e impuestos caros?” Esto produjo una oleada de gente redistribuyéndose de una manera sorprendente. Me parece muy interesante que un virus nos haya llevado a vivir más sanamente y también a despejar la aglomeración de gente en las grandes ciudades para los que quieran quedarse allí. Como digo siempre “también hay perlitas en las tragedias”.
A veces, el impulso para emprender la retirada se produce al final de un largo proceso de cansancio. Otras veces, el estímulo de “huir” viene después de un hecho puntual, pesado emocionalmente, que destraba un sueño que estaba dormido y que parecía una fantasía o, simplemente, crea de golpe un proyecto nuevo producto del cimbronazo.
Todo muy lindo, ¡vamos al campo! Sin embargo, al hablar de una familia o una pareja, el consenso puede ser un obstáculo. Uno quiere una vida más saludable donde siempre soñó estar y otro tiene el trabajo que siempre quiso, en la ciudad, en pleno centro. Bueno, eso requerirá de tiempo, conversaciones y un mínimo de entendimiento para programar algo a futuro. Para evitar futuros reproches, nadie convence a nadie. Bueno, alguna fotito se puede mostrar; pero cada uno que se haga cargo de su proceso de decisión, reflexión sobre su futuro y elección de un nuevo proyecto. Es fundamental el tener ganas de reinventarse, arriesgarse y apoyarse en todos los pilares que nos aportan energía y bienestar. Fomentar como los daneses, los momentos Hygge que aportan energía. Este tipo de desafíos nos descubren capacidades que no conocíamos, nos enfrentan con nuestra esencia, con alguien que, de otra manera, no aparecería.
No hay un momento ideal para emprender cambios de vida radicales. Todo comienza con una idea que parece muy “loca” y que, sin darnos cuenta, a fuerza de pensarla se convierte en un sueño, que a su vez un día decidimos pasarlo a la columna de “Proyectos”. Ahí comienza la adrenalina, la visualización y una energía que no sabíamos que existía. Vamos por las ideas más locas; quién sabe a quién encontraremos.
